CAMBIANDO NUESTRO DESTINO ETERNO
«Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Lucas 23:43
Los cambios son una constante en la vida, desde que nacemos cada etapa representa un cambio continuo: pasamos de niños a adolescentes, de adolescentes a jóvenes, y así sucesivamente. Hay circunstancias que a todos nosotros nos cambia la vida, transformándonos profundamente. Para crecer uno debe estar dispuesto a cambiar; de lo contrario, sobreviene el estancamiento. El orgullo, muchas veces, puede frenar un cambio necesario.
Es una verdad que “todo cambio real empieza de adentro hacia afuera”. Solo podremos experimentar un verdadero cambio cuando nuestros ojos estén abiertos y reconozcamos nuestra necesidad de transformación. Este proceso solo es posible por la gracia de Dios, cuando el Espíritu Santo quita la venda de nuestros ojos y nos impulsa a un cambio genuino: un cambio radical.
Tú puedes ir a la iglesia, pueden pasar los años y sigues siendo el mismo, con los mismos problemas de carácter y con los mismos pecados.
¿Por qué cambiar? Porque necesitamos llegar al destino correcto.
El pueblo de Israel, a pesar de haber sido liberado de la esclavitud en Egipto por el poder de Dios, nunca logró experimentar la verdadera libertad. ¿Por qué? Porque su mentalidad de esclavos los llevó a vagar en el desierto, incapaces de vivir el cambio que les permitiría alcanzar su destino: la Tierra Prometida.
¿Cuál es tu destino? ¿Podrías hacer tuyas las palabras del apóstol Pablo al final de tu vida: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”?
Todos recordamos la escena de Lucas 23:32-43, donde Jesús es crucificado junto a dos criminales, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los criminales tomó la actitud incorrecta, comenzó a insultar y decía: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”, este hombre esperaba un cambio en su situación, pero sin asumir responsabilidad. En cambio, el otro criminal tuvo una actitud diferente: asumió su culpa, reprendió al otro y reconoció su pecado, diciendo: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más este ningún mal hizo”
Y las palabras que siguieron de este hombre fue la evidencia de su verdadero arrepentimiento “dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Este criminal está asumiendo su culpa y responsabilidad, tiene temor de Dios y esto lo lleva a experimentar el cambio radical que todos tenemos que experimentar. Al final de nuestra existencia solo hay dos destinos: el infierno o el cielo.
Todo cambio debe conducirnos al destino correcto, a la eternidad con Cristo. Jesús, entonces le aseguró “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
¿Tienes la certeza de que los cambios que estás haciendo en tu vida te llevarán al destino de encontrarte cara a cara con nuestro Señor Jesucristo?
Si el cambio lo realizas sin Cristo, tu destino no va a cambiar. La palabra de Dios dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
Hay momentos en nuestra vida en los que el cielo se abre y se nos presenta una oportunidad para cambiar nuestro destino radicalmente. Pero si no tenemos un encuentro personal con Cristo, nada cambiará.

Juan Carlos Chirinos
Pastor Asistente
Lo único constante es el cambio, cada día, cada mes o año estamos cambiando.
El único que no cambia es Cristo.
Gracias Pastor Juan Carlos
Amén
OREMOS POR EL REGRESO DE JESUCRISTO, QUE TERMINARÁ CON LA MALDAD.