3 RELACIONES QUE NO DEBEMOS DESCUIDAR
Vivimos en un mundo egoísta y tan individualista que nos separa y nos lleva a pensar sólo en nosotros mismos. Lamentablemente, muchos caen en estas redes y olvidamos que es hermoso vivir en comunidad, familia y construir amistades. Pero, cultivar toda relación implica sus desafíos.
El plan de Dios es que vivamos en comunidad: hogar e iglesia. Es en casa, en el barrio o en el templo donde podemos construir relaciones significativas que sean de bendición. Entonces, permíteme considerar tres relaciones que no debemos descuidar:
- Nuestra relación con Dios: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14:23)
Realmente al descuidar nuestra relación con Dios perdemos la brújula en el viaje de la vida. Nuestra relación con Dios es alimentada por la Palabra, y el fruto de ello es que habrá una relación íntima y profunda con el Señor.
Debemos recordar que no somos “el hotel de Dios”, donde Él viene por temporadas a nuestra vida; sino, somos la casa de Dios, donde Él “hace morada con nosotros.”
Amados, ninguna relación en nuestra vida es más importante que nuestra relación con Dios. No cambiemos el orden de las prioridades. En tiempos de mar quieto o aun en tiempos de fuerte oleaje, si Jesús está en la barca, estamos en lugar seguro.
2. Nuestra relación con otros cristianos: “13 Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó. 14 Y sobre todo, revístanse de amor, que es el vínculo perfecto.” (Colosenses 3:13-14 – RVC)
En las relaciones interpersonales a veces se generan conflictos, y en medio de ello hemos sido llamados a perdonar y amar a mi familia espiritual. Lamentablemente, ha surgido una nueva generación de creyentes que piensan que pueden agradar a Dios, aún cuando miran con desagrado a otros cristianos ya sea porque piensan diferente, por algún pecado cometido o quizás porque no son de mi grupo, congregación o denominación. Fue hermoso ver a papá cantando himnos con un pastor amigo bautista que lo visitó en casa después de su operación. ¡La iglesia del Señor es más grande de lo que nuestros ojos puedan ver y nuestra mente imaginar!
Dios nos ordena amar a la iglesia. No podemos vivir aislados. «No somos miembros individuales, sino que nos pertenecemos unos a otros. Al amarnos unos a otros, proclamamos el gran amor de Dios. A Dios le importa mucho que seas una pieza de una iglesia. Es parte de su buena providencia y plan para ti» (Melissa Kruger)
Si mi corazón está arraigado en Cristo y Su Palabra, entonces aunque no somos perfectos viviremos relaciones sanas y fructíferas. Así que: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.” (1 Juan 4:7)
3. Nuestra relación con los incrédulos: “13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. La luz del mundo.14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:13-16)
Considero que muchos han olvidado su forma de vivir y relacionarse con los incrédulos. El desafío bíblico en ser luz y sal, implica que mi vida es una carta abierta frente a quienes no conocen el evangelio. Claro está, no debemos aislarnos de los incrédulos, pero eso no significa vivir como ellos. Como diría A.W. Tozer: “Las ovejas y los lobos pueden vivir juntos en el mundo pero no en el redil”.
No debemos olvidar que Satanás no engaña solamente a los incrédulos, sino que muchas veces lo hace con los creyentes. ¡Cuidemos nuestras conversaciones! “El error de Eva fue que sostuvo una larga conversación con quien no debía. Aprende a cortar de raíz las conversaciones que no edifican”.
Recordemos que el mundo no lee la Biblia, lee a los cristianos todos los días en las escuelas, oficinas, hogares, etc. Que cuando nos lean a través de nuestras palabras o actitudes, puedan ver a Jesús. Cuidémonos de tal forma que seamos de bendición a otros y no un obstáculo.
¡Estudia la Palabra! ¡Vive la Palabra! ¡Enseña la Palabra!
Daniel Alcántara
Pastor Titular