SÁBADO SANTO: TIEMPO DE ESPERA
«Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.”
Mateo 27:59-60
El viernes estaba llegando a su fin y para los judíos, el sábado comenzaba al atardecer, alrededor de las seis de la tarde. José de Arimatea se apresuró a enterrar a Jesús, ya que acababa de fallecer y necesitaba ser sepultado antes de que comenzara el día de descanso.
El día después de la crucifixión de Jesús fue inesperado para los discípulos: Jesús no estaba. Este silencio podría reflejar la desolación que sentían los discípulos. Ellos habían entregado sus últimos años siguiendo a Jesús, esperando que Él estableciera el glorioso reino de Dios prometido. Sin embargo, se encontraban refugiados, llenos de temor en un estado de inacción, en silencio, con recuerdos dolorosos y preguntas sin respuestas.
Este escenario nos hace recordar nuestro encuentro con el Señor. Nos acercamos a la cruz de Cristo con fe para recibir por gracia de Dios, perdón de pecados y salvación. Después de experimentar la alegría de la salvación en el «viernes», nos encontramos en el «sábado»: un día de espera hasta que llegue el glorioso «domingo» de resurrección, cuando nuestro Salvador regrese en toda Su gloria. Durante este tiempo de espera, atravesamos momentos difíciles y nos podemos sentir desanimados, confundidos o afligidos. Esto puede traer consigo una sensación de vacío, desolación y tristeza en nuestro interior. A pesar de saber que seguir a Cristo implica transitar por un camino estrecho y estar dispuesto a “cargar la cruz” a veces nos sorprende que las circunstancias no sean como esperábamos. Aunque Jesús está con nosotros y Su Espíritu nos fortalece, la espera puede parecernos interminable en ocasiones. Aunque confiamos en que después del “sábado” vendrá un día de gloria, a menudo nuestras mentes se nublan y olvidamos sus promesas, olvidamos la verdad.
Vivamos este tiempo de espera, nuestro “sábado” esperando con ansias el glorioso regreso del Señor Jesús, recordando que Él es el Señor de todo el universo, exaltado y soberano. En medio de tiempos difíciles y cuando la maldad parece incrementarse, es importante recordar que Jesús sigue siendo el Rey supremo y que su regreso está cerca. Mantengamos nuestra esperanza y confianza en Su soberanía, sabiendo que Él traerá justicia y restauración en Su momento oportuno.
Avancemos con fe
Juan Carlos Chirinos
Pastor Asistente
Sin Dios, el hombre sólo tiene una vida física. Dios les advirtió a Adán y Eva, que el día que ellos lo rechazaran, ciertamente morirían Como sabemos, ellos sí desobedecieron ,pero no murieron físicamente ese día; sino que murieron espiritualmente. Algo dentro de ellos murió -la vida espiritual que habían conocido, la comunión con Dios, la libertad de gozar de Su presencia, la inocencia y pureza de sus almas—todo se acabó.
Adán, quien había sido creado para vivir en compañerismo con Dios, fue maldito con una existencia completamente carnal. Lo que Dios había planeado que fuera del polvo a la gloria, ahora debía ir del polvo al polvo. Al igual que Adán, en la actualidad, el hombre sin Dios, aún funciona en una existencia terrenal. Como tal, aún puede parecer feliz; después de todo, hay goce y placer en esta vida. Pero incluso esos placeres y disfrutes no se pueden recibir completamente sin una relación con Dios.
Algunos que rechazan a Dios viven vidas de regocijo y diversión. Su búsqueda carnal parece haber producido una existencia despreocupada y gratificante. La Biblia dice que hay cierta medida de deleite que se obtiene del pecado .El problema es, que éste es temporal; la vida en este mundo es corta .Tarde o temprano, el mundano tendrá una vida insostenible .