UN LEGADO ETERNO
“Además, yo procuraré con diligencia, que, en todo tiempo, después de mi partida, ustedes puedan recordar estas cosas”
2 Pedro 1:15
El Apóstol Pedro, en este versículo que hemos leído, nos recuerda la importancia de dejar un legado que trascienda más allá de nuestra vida terrenal. A veces estamos tan afanados en dejar un buen legado a las siguientes generaciones, en esencia esto es bueno porque queremos que nuestra vida cuente, que haga un impacto en el reino y que Dios la use para inspirar a otros.
Pero también esto puede volverse en algo no tan bueno, ya que podemos perder el enfoque buscando ser reconocidos por nuestros esfuerzos, por nuestra vida de fe y por nuestra ayuda hacia los demás.
R. Mullins. Dijo: “Si tienes la ambición de dejar un legado, dejarás, sin querer, un legado de ambición”.
La buena noticia para nosotros hoy, es que el mejor legado, y el mejor sacrificio que ha existido solo una persona lo hizo y fue Jesús. El Apóstol Pedro, como discípulo de Jesús, se sintió responsable de dejar un legado espiritual para los creyentes después de su partida. Esto nos recuerda que, como discípulos de Cristo, tenemos la responsabilidad de:
- Compartir nuestra fe con otros.
- Enseñar y discipular a otros.
- Dejar un legado espiritual que honre a Dios.
La muerte del Apóstol Pedro no fue el fin, sino el comienzo de una nueva etapa en su relación con Dios. Al dejar un legado espiritual, Pedro nos muestra que:
- Nuestra vida terrenal es temporal.
- Nuestra vida eterna es lo que realmente importa.
- Dejamos un legado que puede influir en la eternidad.
José Miguel Olave
Pastor de Adoración y Artes