¿POR QUÉ HACER EL BIEN?
¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y restituyan al oprimido! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda!
Isaías 1:16-17
En estos versículos Dios está llamando a su pueblo a vivir una vida de cambios profundos en Él. Nos llama a dejar malas actitudes y a poder tener verdaderos cambios que puedan ser dignos de un verdadero hijo de Dios, y así cada día vivir más lejos de todo aquello que nos separa de Él.
Este pasaje nos brinda algunos puntos que son claros y directos para tener un corazón transformado.
- Purificación personal: Dios nos llama a limpiarnos de toda mala acción y a dejar de hacer el mal. Esto implica que debemos arrepentirnos y humillarnos con un corazón genuino.
- Debemos hacer el bien: Todo cristiano debe vivir una vida sin maldad, sin engaños, sin corrupción e injusticia.
- Buscar la justicia Social: Es tener un corazón sensible para con los más vulnerables. Los oprimidos, los huérfanos, las viudas, y aquellos que tienen necesidad. Como creyentes estamos llamados a defender la justicia y actuar de manera justa en todas las situaciones.
- Acción y Compromiso: Estos versículos nos desafían a no quedarnos solo en palabras o intenciones, sino a tomar acciones concretas para ayudar a los necesitados y defender a los indefensos.
Estas son las buenas noticias, este es el evangelio de Jesús. Él viene pronto y desea conseguir a una iglesia que esté llena de su presencia, viviendo en justicia y en amor, mostrando al mundo las cosas maravillosas que solo Dios puede hacer en la vida del hombre.
Hermanos, debemos morir a nuestras formas, ideas y criterios para que la obra transformadora del Espíritu Santo cambie por completo nuestras malas formas, y el mal obrar que hay en nuestros corazones.
Un viejo himno que solemos cantar dice esto muy bien:
¿Qué me puede dar perdón?
Sólo de Jesús la sangre.
¿Y un nuevo corazón?
Sólo de Jesús la sangre.
Precioso es el raudal
Que limpia de todo mal;
No hay otro manantial
Sólo de Jesús la sangre.
José Miguel Olave
Pastor de Adoración y Artes