TODOS SOMOS VULNERABLES AL PECADO
“¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no se ajusta a la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.”
Habacuc 1:3-4
A raíz de los escándalos mediáticos, los descubrimientos de última hora, las caídas espirituales de grandes hombres de Dios, las publicaciones diarias, las acusaciones de uno y otro lado; la violencia a la orden del día. La lentitud de la justicia, el silencio de quienes tienen que ejercer el derecho y resolver conforme a la justicia y no lo hacen, aparecen dos expresiones que pintan la situación en la que vivimos.
La primera expresión coloquial: “todos tienen rabo de paja”, lo que significa que todo el mundo tiene aspectos de su vida, su conducta o comportamiento, censurables, criticables y dignos de recibir castigo. La segunda expresión proviene del poeta peruano Manuel Gonzales Prada, quien escribió así: “El Perú es un enfermo que, donde se le ponga el dedo, allí brota pus.” Sencillamente, para darnos cuenta lo vulnerables que somos ante la corrupción y el pecado. Y cómo la maldad permea a cada ser humano que ha puesto su pie sobre este planeta.
Estas son verdades que no se pueden esconder, sería como tapar el sol con un dedo. Esta ha sido, es y será la realidad de una humanidad religiosa, pero, de espaldas a Dios; de una humanidad que tiene sus formas de creer, pero, despojada de toda espiritualidad cristiana. ¿A qué se debe tanta miseria, tanta corrupción, tanto pecado? El Apóstol Pablo, haciendo una radiografía espiritual del imperio más grande de su época, de la cultura más avanzada y sofisticada de su tiempo, dijo que esto se debía:
1. LA AUSENCIA DE JUSTICIA EN LOS ACTOS DEL HOMBRE. El apóstol Pablo, tuvo una claridad meridiana al poner en evidencia una de las más tristes características de la sociedad: Carente totalmente de justicia. Dice la palabra: “que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda,” (Romanos 3: 9c – 11a). El hombre, a través de todos los tiempos, ha procurado independizarse de Dios, procurando escapar de esa manera de las consecuencias de sus actos. Y hasta ahora no se da cuenta el hombre que la ley moral de Dios es el estándar por el cual se mide a la raza humana. Esta ley determina que todos están bajo el pecado. No hay nada de justicia en sus actos, porque la justicia se compra y se vende al mejor postor. Y peor aún, nadie entiende su miserable condición.
2. LA AUSENCIA DE DIOS EN LA VIDA DEL HOMBRE. El ser humano en busca de su independencia toma el camino que mejor le parece y al mismo tiempo se va alejando de Dios. Como dice el texto: “No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien hago lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Romanos 3: 11b – 12) Es muy triste la condición del hombre. No quiere saber nada de Dios, no quiere leer Su palabra. Se burla de todo lo piadoso y espiritual. Y esto, no solamente fue la característica del hombre de comienzos de nuestra era. Si no que, lo fue en todas y cada una de las épocas en que vivió el ser humano. Lo fue en la época de Noé (2100 a. C.), como lo fue en la época del salmista (1000 a.C.); o en la época de Habacuc (700 a.C.), o en la época de Pablo (60 d.C.).
Al hombre le fascina caminar por los caminos del mundo, de la vida y del descalabro espiritual, aunque no le gusten las consecuencias de su extravío. Pero, ¿hay solución a todo esto? Claro que lo hay. El Señor en Su inmerecido amor, Su misericordia extendida y Su gracia manifiesta, nos invita a considerar que tenemos perdón de nuestros pecados y acercamiento a Dios mediante Cristo Jesús, como lo dice: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.” (Romanos 3: 24-25) ¡Considéralo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor