IMPLICANCIAS DE LA SANTIDAD EN LA VIDA DIARIA
“9 Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; 10 no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. 11 Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. 12 Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? 13 Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.”
1 Corintios 5:9-13
El amor y temor al Señor va mucho más allá de un solo día (domingo) o de “prácticas espirituales” en un solo lugar (templo). Involucra vivir los principios de la Palabra de Dios todos los días y en todo lugar.
La santidad de Dios es vivir de forma íntegra y piadosa cada versículo de la Biblia mostrando obediencia y sujeción a la voluntad de Dios, la cual conocemos a través de esta carta de amor escrita desde Su corazón. ¿Qué implica ser santo en la vida diaria?
1. Entender nuestra responsabilidad en la sociedad (vv.9-10): “… pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.”
Pablo habla de la necesidad de no formar unidad ni participar de las obras carnales con los fornicarios, avaros, ladrones e idólatras. Cada uno de estos pecados son practicados abiertamente contra la voluntad de Dios. Pero en los versículos 9 y 10 aclara que no se refiere a separarnos de aquellos que no conocen a Dios o no han conocido Su Palabra; sino, ¿cómo conocerán el amor de Dios y Su voluntad? Ya lo dijo Charles Spurgeon: “La Biblia no es la luz del mundo, es la luz de la iglesia. Pero el mundo no lee la Biblia, el mundo lee cristianos. «Tú eres la luz del mundo»»
2. Entender nuestra responsabilidad frente al creyente carnal (v.11): “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.”
Pablo se refiere a no relacionarse ni hacer koinonía con aquellos que, aparentan ser hijos de Dios, pero practican abiertamente lo que vive todo hijo de satanás. Es muy claro el mandato: “con el tal ni aun comáis”. Un hijo de Dios no se deleita en aquello que ofende el corazón del Padre celestial. Aquí se añaden dos pecados más que nuestra cultura muchas veces no considera pecado: ‘maldiciente’, aquella persona que murmura de otros o no teme levantar calumnias contra a otros; y, ‘borracho’, aquel que la bebida ha formado parte de su vida, a tal punto que pierde el control. ¡La cultura no debe infiltrarse en la vida de aquellos que aman a Dios! Cuidado con mezclar nuestra fe con las prácticas del mundo. Cuando esto pasa se vive un sincretismo.
3. Entender nuestra responsabilidad delante del Señor (vv.12-13): “¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? … Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.”
Como parte del cuerpo de Cristo (la iglesia), somos responsables de cuidar la comunión y el testimonio de la comunidad cristiana, de no permitir que ninguna persona practique abiertamente pecado que no sólo ensucie el testimonio de la iglesia; sino también, contamine a otros. ‘Quitad’, es un mandato; es decir, es nuestra responsabilidad evaluar y separar de la congregación a aquellos que hacen caso omiso al escrito está. Mi amistad con Dios está por encima de cualquier amistad con alguna persona; entonces, no debo ser flexible con la santidad de Dios en el templo y en el hogar.
1 de Corintios 5 habla sobre el pecado sexual de un miembro de la iglesia de Corinto, lo cual nos advierte del peligro que toda iglesia puede enfrentar. No estar alerta frente a ello sería necio de nuestra parte ya que el pecado sexual se puede expresar de diversas formas: adulterio, fornicación, pornografía, lujuria, masturbación, incesto, sexting, tocamientos, etc. ¡Cuidado! Descuidarnos en la Palabra puede llevarnos a desviarnos en el camino. Bill Perkins dijo: “Si piensas que no puedes caer en algún pecado sexual, entonces eres más poderoso que David, más fuerte que Sansón, y más sabio que Salomón.”
¡Estudiemos la Palabra! ¡Vivamos la Palabra! ¡Enseñemos la Palabra!
Con amor fraternal
Daniel Alcántara
Pastor Titular