¿QUÉ TAN GRANDE ERES EN EL REINO DE LOS CIELOS?
1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.
Mateo 18:1-4
Creo no estar equivocado al decir que de alguna u otra manera hemos vivido experiencias donde nos hemos sentido pequeños en esta tierra, poco valorados o reconocidos, así como también creo que en algún momento hemos soñado con ser populares, o hemos soñado con la fama, los discípulos también sintieron lo mismo. Un día, incluso le preguntaron a Jesús: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (Mateo 18:1)
En su respuesta, Jesús no nombró a una estrella de rock o a un artista de renombre, no enumeró a reyes, ni a héroes de la Biblia, ni a profesionales destacados en sus especialidades, en cambio, le hizo señas a un niño para que se acercara y se parara entre ellos. “’En verdad os digo’, les dijo, ‘que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El que se humilla como este niño es el más grande en el reino de los cielos…'» (Mateo 18:2-5).
En la Tierra, percibimos la grandeza como notoriedad, riqueza, poder y fama. Implica ser o tener más que otra persona, pero en el Reino de los Cielos las cosas son diferentes, la grandeza se define con la palabra humildad, la grandeza se parece a lo que hace un niño, busca y se vuelve a Dios, pues depende completamente de Él.
A veces cometemos el error de alinearnos con lo que el mundo considera ‘grandeza’, y cuando hacemos ello, el descontento siempre estará a la puerta. Pero cuando nos alineamos con lo que Jesús valora, cuando humillamos nuestras almas y confiamos en el único que es verdaderamente grande, podemos disfrutar de una grandeza eterna que le da a nuestras almas descanso y contentamiento.
Así que cuando nos encontremos atrapados en un patrón de descontento, o nos sintamos pequeños o con aires de grandeza, volvamos a esa imagen de Jesús, acercando al niño y diciendo: «Así es como se ve la grandeza en mi Reino». En otras palabras, preocupémonos por ser grandes en el Reino de Dios, que buscar grandeza en esta tierra.
Alex Plasencia
Pastor Asistente