¡YO VIVO PORQUE MI REDENTOR VIVE!
“Estimada es a los ojos de Jehová La muerte de sus santos.”
Salmos 116:15
Corría el 8 de enero del 2020, hace cuatro años exactamente, cuando los ojos de mi madre Cory se cerraban en este mundo, pero al mismo tiempo no tengo la menor duda que se abrían los cielos para recibirla. Son esos momentos donde la fe en las promesas del Señor no solo se recuerdan, sobre todo se viven.
Quizás muchos aún no han entendido que tarde o temprano, “según nuestra propia agenda”, todos transitaremos por el umbral de la muerte; algunos para condenación (los que mueren sin Jesús), y otros para vida eterna (quienes abrazaron la fe en el Señor). Mi madre, sin duda, fue una de las pocas personas que he visto vivir a plenitud y morir con paz y esperanza. A pesar que su cuerpecito estuvo maltratado por la enfermedad del cáncer, sus ojos no perdieron nunca su vigor, ni su alma soltó su esperanza en la promesa de la eternidad.
El versículo de hoy nos revela cómo ve Dios la muerte de los suyos. Cada uno de sus hijos son objeto de su amor; aun en medio de la muerte, vemos una providencia especial de Dios. Es por esa razón que tanto la vida como la muerte de un cristiano responde a propósitos eternos. El día del sepelio de mamá, nunca vi el templo tan lleno, y escuchar a las enfermeras y médicos sobre el testimonio que ella dejó en sus corazones, fue un bálsamo para nosotros. Quienes visitaron a mi madre en su habitación salían consolados y con una palabra de consejo; porque amados, aun en nuestro último viaje al destino eterno, podemos animar a otros a un encuentro con Cristo, nuestra esperanza más allá de la muerte.
Días antes de su muerte, cuando los médicos se reunieron para evaluar su situación, ella fue muy clara con ellos al decirles: “Les agradezco por todo su esfuerzo, pero entiendo que ya hicieron todo lo que estaba a su alcance. La medicina y la ciencia tienen límites; pero, tranquilos, yo estoy en las manos de mi Señor. Él sabe cuando será el día y la hora. Mi cuerpo está totalmente enfermo, pero mi corazón está completamente sano. ¡Yo vivo porque mi redentor vive!”
Aun en medio del valle de sombra y de muerte, Dios permanece junto a nosotros. Cuando un creyente está cerca de morir, muchos se llenan de tristeza, pero podemos consolar nuestros corazones al recordar que cada cristiano, nombre por nombre, es precioso para el Señor. Y el Señor jamás se equivoca, Él elige con sumo cuidado el día y la hora cuando somos llamados a Su presencia. ¡Promovidos al hogar celestial! Simplemente, es un cambio de residencia, al lugar donde no hay más llanto ni más tristeza.
Amados, no solo nuestra vida debe ser vivida para la gloria de Dios, aún debe ser así cuando nos toque partir de este mundo. ¡Qué hermoso es saber, que Dios nos ama, nos anhela y Él cumple sus promesas! En la vida y en la muerte, gloria sea a Dios. “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.” (Romanos 14:8) Nada ni nadie nos podrá arrebatar de Su mano.
Hoy escribo sin lágrimas y con una sonrisa amplia en mis labios. Un día pasa y más cerca estamos de la venida del Señor, y de volver a ver a quienes partieron de este mundo con la esperanza de gloria y la vida eterna. ¡Volveré a ver a mamá!
¡Estudia la Palabra! ¡Vive la Palabra! ¡Enseña la Palabra!
Daniel Alcántara
Pastor Titular