LO QUE HEMOS PERDIDO
“Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.” (Génesis 3:23-24)
Hay una expresión que se les dice a quienes en la vida han llegado a perder o desperdiciar, lo que tuvieron en algún momento de su vida. Esta expresión dice: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde.” Esta frase, también podría ser el epitafio perfecto en la tumba de Adán. Ya que nuestro padre Adán, cabeza de la raza; triste y desgraciadamente perdió lo más maravilloso que tuvo, y nos hizo perder también a nosotros, los mismos privilegios; que tan solo en Cristo Jesús lo hemos recobrado. La pregunta se cae de madura: ¿Qué perdió Adán y que hemos perdido nosotros?
1. PERDIMOS LA COMUNIÓN CON DIOS. Es maravilloso conocer que Adán vivió en una estrecha comunión con Dios. El diálogo era franco y transparente; sólido y edificante. No había obstáculos para la comunión y la comunicación con Dios, mientras Adán y Eva mantuvieron la obediencia, la fidelidad, la honestidad y transparencia. Pero, cuando Adán y Eva decidieron desobedecer a Dios, marcando una independencia; no se imaginaron que romperían la comunión con Su creador. Pues, la comunión demanda vivir en la misma luz en la que habita Dios: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad;” (1Juan 1:6). Nosotros nacemos sin comunión con Dios; hasta que la encontramos a través del Señor Jesucristo:
2. PERDIMOS LA GLORIA DE DIOS. No te parece extraño que cada animal creado por Dios hayan tenido y aún tiene alguna suerte de vestuario; si no son plumas, son escamas, o pelambre, o cerdas, o espinas, o lana, o caparazón, etc. ¿Y el hombre, no habrá tenido algo que lo cubra? Sin duda que sí. Muchos teólogos especulan que fue la luz o la gloria de Dios su vestuario; por eso el texto dice: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.” (Génesis 2:25). Sin embargo, cuando pecaron, un sentido de profunda vergüenza apareció en sus vidas: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.” (Génesis 3:10). La gloria de Dios se fue y dejó al hombre desnudo y en medio de la vergüenza.
3. PERDIMOS LA INOCENCIA. Que maravilloso es apreciar la inocencia en un niño. Lo podemos ver cuando la madre cambia los pañales, él, ni se inmuta para nada. Eso, no pasa con un adulto, el cual se cubriría inmediatamente. La inocencia lo perdimos cuando Satanás le dijo a la mujer: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (Génesis 3:4b-5). Ante tamaño ofrecimiento, el hombre decidió desobedecer a Dios con la ambición de ser saber el bien y el mal y de llegar a ser como Dios. El hombre sigue la propuesta de Satanás y pierde su inocencia, pasando al estado de conciencia, llega a conocer el bien y el mal; pero jamás llegó a ser como Dios.
¡Cuánto hemos perdido! Necesitamos volver a disfrutar de esa dignidad que tuvimos cuando fuimos creados. Eso sólo se puede volver a experimentar en un encuentro personal con Jesucristo. ¡Examínalo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor