LA COMPASIÓN EN LA MISIÓN
“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.”
Mateo 9:36
Nadie puede hacer misiones si no siente lo que Jesús sentía por las multitudes. La misión surge del corazón compasivo de Dios. La compasión es un sentimiento profundo de tristeza que se produce al ver, sufrir o padecer a alguien, y que, te impulsa a buscar cómo aliviar ese dolor, cómo remediar ese sufrimiento y como evitar esa desgracia. Esa es la razón de la misión. De lo contrario, las iglesias terminarán con un programa misionero, desprovisto de toda compasión y entristeciendo el corazón de Dios. Por eso, para que una iglesia haga misiones es imprescindible que tenga al mínimo de tres condiciones:
- UNA VISIÓN ESPIRITUAL. El texto de Mateo, dice: “Y al ver las multitudes,” (Mateo 9:36a) Jesús recorría las ciudades y aldeas, se fija en cada individuo y en las multitudes para darse cuenta que concentraban: enfermedades, pobreza, sufrimiento; eso, en lo que se ve. Y por dentro, atormentados, disminuidos, desalentados, frustrados, y lo que es peor, lejos de Dios, de la vida y sin esperanza alguna. Viviendo en un mundo injusto, violento, evasivo de las cosas espirituales; pero conforme y satisfecho de andar en medio de las pasiones humanas.
El creyente y la iglesia, que tienen claro Su propósito, tendrán que estar tan cerca del individuo como de las multitudes; no solo para verlas, sino sentir sus necesidades, aquellas que no son evidentes, pero, que trascienden cuando hay una visión espiritual.
- UNA SENSIBILIDAD ESPIRITUAL. El texto dice: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas;” (Mateo 9:36b). Jesús, al mirar las multitudes, no se quedó en lo externo, lo superficial, lo pasajero; lo que estremeció el corazón de Jesús, fue la calamitosa pobreza espiritual. Eso conmovió sus entrañas y estrujó sus emociones, porque las vio al borde del precipicio del camino de la vida, en un viaje sin retorno; separados totalmente de Dios, de Cristo. Empujados por la insensibilidad de la religión y la indolencia del ministerio sacerdotal, que todo creyente está obligado a encarnar.
Lo que se necesita hoy, son creyentes que tengan la sensibilidad que tuvo el buen samaritano de (Lucas 10:30-34), el cual no participó de la indolencia espiritual que se mostró en el sacerdote y el levita de la historia. Si no que conmovido por la situación de un hombre, que cayó en manos de ladrones y fue malherido; y sin importar la enemistad entre ellos, lo socorrió. - UNA RESPONSABILIDAD ESPIRITUAL. Se requiere de creyentes que manifiesten una responsabilidad espiritual, y dar una respuesta: “porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.” (Mateo 9:36), es decir, que vean más allá de lo evidente. Jesús se dio cuenta que estaban: desamparadas. Estaban en una situación que requerían urgentemente ayuda y protección que lo habían negado los líderes de su tiempo. Pero también Jesús las veía: dispersas, separadas; sin dirección y protección alguna. Pero, qué podríamos decir ahora, cuando hay un sinnúmero de creyentes que buscan cada día mayor confort y bienestar, derrochar toda situación y actividad que, les traiga satisfacción, las cuales se realizan sin aplazamiento alguno en el peor de los casos. Y en el mejor de los casos, muchos se pasan la vida luchando entre la desidia y la indiferencia. Salvo las pequeñas minorías, discípulos auténticos del Crucificado, que mostró Su compasión aun de nosotros mismos. ¡Medítalo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor