UN PADRE QUE AMA
“Mientras El hijo todavía estaba muy lejos de casa, su padre lo vio y tuvo compasión de él. Salió corriendo al encuentro y le dio la bienvenida con besos y abrazos.”
Lucas 15:20 PDT
En el capítulo 15 del evangelio de Lucas, Jesús narra tres parábolas: Una de ellas es la del hijo pródigo. Sencillamente para mostrar el corazón de un padre que ama, sin condición alguna. Así es el corazón de Dios, a pesar de las faltas cometidas, los errores en los cuales caemos, los malos comportamientos efectuados, las actitudes desleales que observamos, las conductas provocativas y abusivas como las del hijo menor de la historia. Y que a pesar de ello, el corazón de Dios es un corazón que ama, que no guarda rencor, que nunca olvida a sus hijos y que se desvive por ellos. Con mucha razón el apóstol Pablo llegó a decir: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8)
¿Cómo es el corazón de un padre que ama? Un corazón de un padre que ama es:
- ES UN CORAZÓN LLENO DE MISERICORDIA. Hay que leer la historia para darse cuenta la forma y manera como se comportó el hijo menor, (Lucas 15:11-32). El padre, después de que el hijo se marchó de casa de la peor manera; el corazón del padre quedó dolido, sufriendo, extrañándolo y lleno de compasión. Hasta un día, cuando el hijo había malgastado todo, lleno de harapos, de hambre y sin dignidad alguna, decidió volver, el texto dice: “Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, corrió y se echó sobre su cuello, y le besó.” (Lucas 15:20). Lo que el padre guardó en su corazón eso expresó: misericordia. Manifestó ese favor no merecido, ese amor constante. Ese es el corazón de Dios, lleno de misericordia, amor y gracia por los hijos extraviados y lejanos.
- ES UN CORAZÓN QUE ACEPTA LA CONFESIÓN Y EL ARREPENTIMIENTO. El hijo se dio cuenta de lo perdido, extraviado y deteriorado que estaba y dijo: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.” (Lucas 15:18-19). Como se puede deducir del texto, el hijo no culpa a nadie, no culpa a las circunstancias; sencillamente confiesa arrepentido del camino mal elegido y pide perdón. El padre acepta la confesión, el arrepentimiento y le otorga el perdón. Así es el corazón de Dios.
- ES UN CORAZÓN QUE CELEBRA EL RETORNO DEL HIJO. Lejos de amonestar, o de reprimir al hijo, el padre celebra: “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos, y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.” (Lucas 15:22-24). El padre, expresa su amor a su hijo sin restricción alguna; expresa su satisfacción, dando lo mejor que tiene y manifiesta su gozo celebrando su retorno y da sus razones para ello (v.24).
- ES UN CORAZÓN QUE CORRIGE EL ORGULLO Y LA DUREZA. Mientras la casa se llenaba de alegría y fiesta, el cielo se inundaba de gozo por un pecador que se arrepiente (Lucas 15:7,10); afuera de la casa había alguien enojado, criticando y juzgando, era el hijo mayor. Como dice el texto: “Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió, por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado, ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.” Sencillamente, el hijo mayor reveló lo que había en su corazón: religiosidad, orgullo, indiferencia, prejuicios, etc. ¡Qué distinto al corazón del padre!
En esta parábola tenemos el mejor ejemplo de un padre que ama, que espera la reconciliación de los hijos por el camino del arrepentimiento y la confesión. Trató bien al hijo mayor, pero este se negó a participar de la fiesta en honor al hijo que se había perdido y fue hallado. Esto es un total desafío para nosotros como padres y mostrarnos como nos ama Dios, así deberíamos amar a nuestros hijos. Los consejos y conductas están a nuestra disposición en las Sagradas Escrituras. ¡Medítalo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor