AMOR QUE DA VIDA
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).»
Efesios 2:4-5
En el capítulo 2 de esta carta, Pablo contrasta nuestra antigua vida en el pecado con la nueva vida que tenemos en Cristo. Revelando el corazón del evangelio, donde vemos: la intervención divina a través de la misericordia y el gran amor de Dios, que nos ofrece vida y salvación a pesar de nuestra condición pecaminosa. “El evangelio dice que eres a la vez más pecador y defectuoso de lo que nunca te atreverías a creer, pero más amado y aceptado de lo que nunca te atreverías a esperar.” (Timothy Keller)
El versículo comienza destacando la abundancia de la misericordia de Dios. La misericordia es no recibir lo que merecemos y la gracia es recibir lo que no merecemos. A pesar de merecer el castigo por nuestros pecados, Dios elige mostrarnos misericordia. Esto nos recuerda que nuestra relación con Dios no se basa en nuestros méritos, sino en Su carácter misericordioso.
El texto subraya “por su gran amor con que nos amó”, reflejando la naturaleza de Dios como un Padre amoroso que busca nuestro bien a pesar de nuestras faltas. Y este amor se manifiesta de manera suprema en el sacrificio de Jesucristo en la cruz.
Antes de recibir la gracia de Dios, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Esta condición de muerte espiritual significaba que éramos incapaces de salvarnos a nosotros mismos o de buscar a Dios por nuestros propios medios.
Pero cuando recibimos la gracia de Dios al aceptar a nuestro Señor Jesucristo, ocurre una poderosa transformación en nuestras vidas. Al estar unidos a Cristo, recibimos una nueva vida, una vida eterna y abundante.
Y esta salvación es un regalo inmerecido de Dios. No es algo que podamos ganar por nuestras obras o fuerzas, sino que es otorgado por la gracia de Dios, expresando así Su amor y deseo de reconciliarnos con Él.
En estos versículos descubrimos una profunda verdad sobre la naturaleza de Dios y su obra redentora en nuestras vidas. Y nos recuerda que, aunque éramos indignos y espiritualmente muertos, Dios nos ha amado con un amor tan grande que nos ha dado una vida nueva en Cristo. Esta transformación radical, ofrecida a través de la gracia, es el fundamento de nuestra fe y motivo de nuestra eterna gratitud.
¡Creciendo en la Palabra y viviendo juntos en santidad!
Luiggi Naveda
Pastor Asistente