NO ES SOLO DE TU CÓNYUGE
“Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.”
Génesis 3:12
El matrimonio, concebido por Dios como una unión sagrada, no solo implica coexistir, sino disfrutar y fortalecer la relación día a día. Es esencial reflexionar sobre los elementos que pueden estar afectando la felicidad y la armonía en nuestro hogar, identificando posibles áreas en las que hemos descuidado prácticas espirituales que podrían enriquecer nuestra vida familiar.
Con frecuencia, en una relación de pareja, tendemos a esperar que nuestro cónyuge realice cambios para mejorar la convivencia, y nos frustramos cuando estos cambios no se materializan. Sin embargo, es crucial reconocer que la raíz de muchos problemas radica en nosotros mismos; a veces, no nos detenemos a evaluar nuestra propia conducta y asumir la responsabilidad de nuestras acciones dentro de la relación.
Es imperativo comprender que todo cambio positivo debe comenzar en nuestro propio ser. No podemos depender del cambio en la otra persona para mejorar la situación. En lugar de condicionar la armonía en el hogar al comportamiento de nuestro cónyuge, debemos examinar nuestras actitudes, comportamientos y contribución a la unidad familiar.
Una pregunta reveladora que debemos formularnos es: ¿Qué tipo de ambiente estoy creando en nuestro hogar? ¿Qué impacto tienen mis acciones, palabras y actitudes en la convivencia diaria con mi cónyuge? Autoevaluarnos de esta manera nos permite ser conscientes de nuestra influencia en el hogar y nos impulsa a ser agentes de cambio positivo, en lugar de esperar que el cambio provenga exclusivamente de la otra parte.
En este versículo, vemos a Adán tratando de evadir su propia responsabilidad al culpar a Eva y, en última instancia, a Dios por haberle dado a Eva como compañera. Esta actitud de Adán refleja la tendencia humana a buscar excusas y culpar a otros en lugar de asumir nuestra propia responsabilidad. En lugar de reconocer su propia elección de desobedecer a Dios, Adán intenta transferir la culpa a Eva y, de manera indirecta, a Dios mismo.
Al relacionar este pasaje con el tema del matrimonio, podemos ver la importancia de asumir nuestra responsabilidad en nuestras acciones y decisiones dentro de la relación conyugal. Culpar a nuestro cónyuge por los problemas en el matrimonio, sin examinar nuestras propias actitudes y contribuciones, es similar a la actitud de Adán al culpar a Eva.
Por lo tanto, este verso nos recuerda la necesidad de ser honestos con nosotros mismos, de asumir nuestra responsabilidad en las dificultades de la relación y de trabajar en mejorar como individuos para fortalecer la unión matrimonial. En lugar de buscar culpables externos, debemos mirar hacia nuestro interior, permitir que el Espíritu Santo a la luz de la Escrituras nos lleve a reflexionar sobre nuestras acciones y hacer los cambios necesarios por el bienestar de nuestro matrimonio.
Avancemos con fe
Juan Carlos Chirinos
Pastor Asistente