LA SABIDURÍA DE UNA MUJER MADRE
“Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.”
1 Samuel 1:11
En un mundo de relajamiento moral y ético como el que vivimos, muchas mujeres han experimentado lo mismo que experimentó la madre del profeta Samuel. Tener un esposo compartido, por causa de la infidelidad del marido. Esta situación, a Ana, le hizo pasar serias dificultades, abusos constantes y abandonos reiterados. El sufrimiento, ni se diga, era su pan de cada día.
El dolor y el sufrimiento se habían instalado en la vida de Ana. Las causas de esto, están claramente establecidas en la narrativa del primer capítulo del libro de Samuel. Por supuesto que no solo era la infidelidad del marido. Estaba la dolorosa condición de ser estéril y sufriendo el baldón ocasionado por la otra mujer de su marido. Sin embargo, fue una mujer prudente y sabia, que no atribuyó a Dios las desgracias y miserias que se cernían en su vida.
¿Qué hizo Ana en medio de estas circunstancias nada agradables? Tomó las decisiones correctas:
1. BUSCÓ A DIOS. Ana era una mujer creyente, sencilla y de equilibrado carácter. Que tenía el alma destrozada por supuesto, sino, mira este verso: “ella con amargura de alma oró a Jehová.” (1 S 1:10a). Sin duda que buscó ayuda entre la gente. Pero, el sacerdocio envilecido, laxo y depravado no prestaba garantía. Su marido, le hacía preguntas necias y ofensivas: ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? Entonces ella dijo, aquí me dirijo a Dios: “El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Gn. 18:25b). Su oración no fue un instante y ya, sino que “oraba largamente” (1 S 1:12a)
2. SE DESCARGÓ EMOCIONALMENTE. Un vez que Ana comenzó hablar con Dios, su alma estalló en llanto. La palabra es muy descriptiva en este caso: “y lloró abundantemente.” (1S 1:10b). Saca en presencia de Dios todo lo que tenía guardado, reprimido. De rodillas derramaba su corazón delante de Aquel que siempre oye nuestras oraciones. Su rostro sonrojado, derrama lágrimas y sus labios temblorosos evidenciaban su dolor profundo.
3. HIZO UNA PROMESA A DIOS. Desde su tránsito humano, y partiendo de su aflicción hace la promesa: “Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.” (1 S 1:11). El sacerdote Elí, que observaba, la consideró ebria y la mandó descansar, le dijo: “¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.” (1 S 1:14b). La respuesta de Ana, muestra que estuvo en la presencia de Jehová (1 S 1:15).
4. DIOS LE CONCEDIÓ LA DICHA DE SER MADRE. Sin lugar a dudas Dios hizo un milagro: “y Jehová se acordó de ella.” (1 S 1:19b), fíjate en la importancia de esta frase: “y Jehová se acordó de ella.” El Señor nunca se olvida de lo que le pedimos, sino que él nos da cuando más precisamos de ello y conforme a Su voluntad y propósitos. El problema de muchos creyentes es querer que Dios les responda inmediatamente, y si no lo hace; buscamos por cuenta propia resolver el asunto, equivocándonos definitivamente y perdiendo las bendiciones que vienen detrás de la obediencia.
Siempre hubo y siempre habrá dos formas de resolver los asuntos: Desde el punto de vista horizontal o de los hombres; y desde el punto de vista vertical, espiritual o de Dios. Si le pides a ÉL, esperas en ÉL sin duda que Y ÉL hará (Salmos 37:5). ¡Medítalo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor