EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROMESAS DEL SEÑOR
“Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará.”
Génesis 15:4
Quizá uno de los problemas que tenemos nosotros, con relación a las promesas de Dios, son muy semejantes e inherentes a los que tuvo Abram. Cuando Abram y Sarai salieron de su tierra en obediencia a la promesa de Dios. Abram tenía 75 años y el Señor le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.” (Génesis 12:1b-2).
Tras 10 años frustrantes de no poder tener un hijo, a través del cual se efectuaría la promesa. Abram comenzó a ceder ante la tentación de pensar que la promesa no sería real, sino de carácter simbólico. Por esta razón, Dios tuvo que reforzar la promesa sin variación alguna; cuando Abram pensaba que su herencia pasaría para su criado, el damasceno Eliezer. Entonces el Señor tuvo que ser enfático al decirle: “No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará.” (Génesis 15:4).
Y es que Dios no tiene apuro por hacer las cosas, él cumplirá sus promesas cuando mejor sea el tiempo para sus hijos y contra todo pronóstico de los hombres. Más bien, Dios ha mostrado que es el hombre quien tiene que desarrollar ciertas actitudes, mientras espera el cumplimiento de las promesas y estas tres son:
1. CONFIANZA. Nadie podrá recibir algo, si no tiene confianza en la promesa. La confianza es la esperanza que se tiene de recibir algo o a alguien. Es la confianza que acompañó a Jesús cuando oraba ante la tumba de Lázaro, y dijo: “Padre, gracias te doy por haberme oído.” (Juan 11:41b). O la de Pablo, ante el sufrimiento, así como el dolor, la cárcel y las injurias; él pudo decir: “porque yo sé en quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (2 Timoteo 1:12b) y lo hace con total certidumbre que Dios jamás le fallará.
2. SEGURIDAD. Esta es la fe. Aquella certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Es estar convencido de que lo prometido existe, aun cuando no se pueda ver. Esta es la seguridad que acompañaba a Pablo cuando escribió: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). Esto incluye el perdón de los pecados, como sus promesas expresadas.
3. PACIENCIA. Vivimos en una época de pasiones desenfrenadas. Una época en la que todo lo deseamos “ya” e “inmediatamente”, como se dice en los círculos populares “al toque”; sin darnos cuenta de que Dios no vive con pesos del pasado, ni mucho menos con la ansiedad del futuro. Dios todo lo tiene controlado y señalado para su momento y su hora. Por eso Pablo no dice: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras tengamos esperanza.” (Romanos 15:4). La paciencia es la capacidad para resistir firmemente, bajo el peso y la presión de las circunstancias sin sucumbir.
Podría ser que vivamos situaciones de expectativa como las vivió Abram. Viendo y viviendo realidades que salían de toda lógica, como tener un cuerpo envejecido en el tiempo, sin la posibilidad de engendrar un hijo; con una esposa estéril y en condiciones imposibles de concebir un hijo. Sin embargo, Dios le dijo: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Génesis 18:14a). Mis amados, para Dios nada absolutamente es imposible. Y todo lo que ha prometido sin lugar a dudas lo cumplirá. ¡Examínalo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor