Liderazgo efectivo
“…Les declaré cómo la mano de mi Dios estaba conmigo para bien, y también las palabras que el rey me había dicho. Y ellos dijeron: ¡Levantémonos y edifiquemos! Entonces esforzaron sus manos para bien.”
(Nehemías 2:18)
Corría el año 444 a.C. cuando una noticia cambiaría el curso de una nación para siempre. Hanani hermano de un funcionario público le entrega la triste noticia que el pueblo de sus padres se encontraba en ruinas, y la muralla símbolo de protección destruidos. Este funcionario llamado Nehemías con una profunda sensibilidad al sintonizar con el corazón de Dios y amar lo que el amaba, decide ponerse en las manos de su Señor para ser un instrumento de bendición a una generación y una ciudad que él no conocía, eso es lo extraordinario de este santo varón.
También nos enseña acerca de lo que algunos llamaron más tarde “OrAcción” porque no solo oró e intercedió sino también comenzó a planificar, algo que pocos se atreven a hacer porque demanda tiempo y esfuerzo, y es que una empresa como la que el dirigiría necesitaría de un planeamiento muy específico; porque seguramente ya conocía el viejo adagio: “quien no planea planificar, planea fracasar”. Fueron cuatro largos meses de oración y planificación lo que le permitieron escuchar del rey lo que todos debiéramos escuchar: “¿qué cosa pides?”
Increiblemente el corazón del rey se inclina a escuchar el pedido de Nehemías porque Dios lo había hecho posible: “Como una corriente de agua es el corazón del rey en la mano del SEÑOR, quien lo conduce a todo lo que quiere” (Pr.21:1) otorgándole el permiso y los materiales que se requería para comenzar la obra. Ahora solo faltaría hablar con el pueblo, cosa que no sería nada fácil pues seguramente estarían desmoralizados por su realidad rampante.
Entonces Nehemías usa de las credenciales necesarias para motivar y desafiar al pueblo a poder hacer algo realmente trascendente, reconstruir las murallas que por más de un siglo se encontraba destruidas. Simplemente da testimonio de lo sucedido, “Dios esta con nosotros y el rey lo aprueba”. ¡qué tremendo! Frente a tamaño argumento no quedaba otra opción que la respuesta dada: “¡Levantémonos y edifiquemos!” y en 52 días reconstruyeron lo que, por muchos años, muchos, estuvo abandonado, desierto y destruido.
Queridos, hoy la iglesia tiene el mismo desafío de edificar la iglesia y extender el Reino, pero para ello se necesitará mano de obra, voluntarios comprometidos con el avance del Reino, por eso debemos aprender de aquella generación de Nehemías y decir al unísono: “¡Levantémonos y edifiquemos!” aunque costara en muchos casos: sangre, sudor y lágrimas”
¡Firmes y adelante!
Néstor Méndez
Pastor Asistente
Dios bendito de la gloria eterna. Aquí estamos tus siervos para toda buena obra.
Bendiciones