SEAMOS COMO LA PALMERA
“El justo florecerá como la palmera…”
Salmo 92:12a
Es la historia de un hombre que tenía un carácter áspero e insociable. No tenía ni un solo amigo en todo el vecindario; unos le temían (en especial los niños), la mayoría lo odiaba y no querían encontrarse con él porque era una persona grotesca, mal educada. Pero un buen día, este hombre empezó a cambiar de actitud, incluso hasta se tornó amable. Alguien asegura que lo vio sonreír. La comunidad de vecinos lo observaron con sospecha, con extrañeza, luego con fascinación. Finalmente, uno se atrevió acercarse a este hombre y decirle: «Se comenta en este barrio que usted se ha hecho cristiano. Dígame, ¿dónde escuchó usted el evangelio? Y aquel hombre dijo: “Yo no escuché el evangelio, yo vi el evangelio”. Vi el evangelio en esa familia de creyentes, eran los únicos que me saludaban cada mañana, aunque yo nunca respondía a su saludo, vi el evangelio cuando supieron que mi esposa estaba enferma vinieron a casa con unos víveres y medicina. Vi el evangelio en sus hijos, los únicos niños de la comunidad que no cruzaban la vereda cuando yo venía de frente y a veces me sonreían.»
Esta historia nos enseña acerca de la influencia transformadora del testimonio vivencial de los creyentes. Cuando pensamos en una palmera, lo que primero que se resalta es su tronco esbelto y su copa de hojas en forma de abanico o plumas. Son árboles que se destacan y son fácilmente reconocibles a distancia debido a su forma única y su altura. Su silueta es reconocible en paisajes tropicales y desérticos, lo que les permite sobresalir entre otras especies de árboles.
Cuando Dios nos compara con una palmera, nos está diciendo: ¡Tienes que distinguirte desde lejos! El justo no tiene que gritar su identidad, no tiene que llevar un cartel que diga “SOY JUSTO, SOY CRISTIANO”, pues tu forma de hacer y tu forma de ser te identificarán por lo que eres. Si eres un cristiano verdadero, no te van a identificar por tu Biblia, sino por tu vida, por tus frutos.
El mundo está esperando comunidades de creyentes que dejen de hablar solo palabras y que comiencen a hacer acciones, el mundo grita desesperadamente cada día “Lo que eres no me deja escuchar lo que dices”.
La palmera extiende sus ramas para regalar su sombra y su fruto donde esté ubicada. ¡Todos saben que es una palmera! La palmera es un símbolo de resistencia y longevidad en la Biblia; ya que puede soportar condiciones adversas, seguir creciendo y dar fruto. Mientras más antigua es la palmera, mejor es su fruto.
La promesa de Dios es que todo cristiano verdadero “florecerá”; es decir, mostrará los frutos del Espíritu Santo y su vida será testimonio para quienes desconocen el evangelio.
¿Podrían identificar que eres un cristiano “justo” por tu testimonio, en medio de cualquier condición de dificultad?
Avancemos con fe.

Juan Carlos Chirinos
Pastor Asistente