LO VULNERABLE QUE SOMOS LOS SERES HUMANOS
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
Gálatas 6:1
Es trágico pensar que los creyentes, por más maduros que seamos, somos tan fuertes que nunca caeremos, o que no nos pasará algo en lo cual tristemente han caído algunos hermanos o hermanas. Esta suerte de consideración necia, no nos permite darnos cuenta de que somos totalmente vulnerables; pues, el enemigo común de nuestras almas, que todos lo tenemos, sabe y conoce perfectamente nuestras debilidades. Lo frágil que somos ante ciertas motivaciones pecaminosas y cómo podríamos terminar envueltos en situaciones por las cuales otros han pasado para escarnio de los “más espirituales”
Pablo, corrige esta postura y nos ayuda a tratar el asunto de la siguiente manera:
1. LA FRAGILIDAD MORAL DEL CREYENTE. Sin duda que la propensión humana nos lleva a caer en una u otra falta, cualquiera que esta sea, el que la vive o está pasando, debería de confesarlo antes de que pueda ser descubierta. Pero, la realidad es que, quien cae en determinadas faltas lo está ocultando, como lo dice el texto: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta,” (Gálatas 6:1a), perdiendo la oportunidad de confesión de mutuo propio, y dejándose sorprender. Sin embargo a pesar de esto, no se tiene porqué hacer escarnio del pecador, porque por nuestra vulnerabilidad todos podemos caer en lo mismo y más bien debemos de considerar que en cualquier momento podríamos estar en los mismos aprietos: “considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” (Gálatas 6:1c).
2. LA OPORTUNIDAD ESPIRITUAL CREYENTE. Quienes han tenido la dicha de estar agarrados de la mano del Señor y no cometer ninguna falta, lo cual es difícil por decir lo menos, a los cuales Pablo llama: “vosotros que sois espirituales,” (Gálatas 6:1b), no deberían actuar como los hipócritas del Sermón del Monte (Mateo 7:1-5), que andan buscando la falla en los demás para poder señalarlos o criticarlos, sin darse cuenta de sus propios pecados o de las propensiones naturales de las cuales todos estamos revestidos. De allí el consejo del Señor Jesucristo: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con la que medís, os será medido.» (Mateo 7:1-2).
Lo mejor que se puede hacer es que, cuando uno falla o comete algún pecado, buscar a su pastor o su líder inmediato, confesar la falta y apartarse de ese tipo de conducta, restaurando de esta manera su comunión con el Señor. Y de esa forma no dar lugar a ser descubierto, sino con sensibilidad espiritual confesar sus faltas o pecados como verdadero hijo del Reino de Dios. ¡Examínalo!
¡Con la expectativa de verte!

Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor