CÓMO MANEJAR LA IRA
“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán.” (Salmos 37:1-2)
Una de las tareas más complicadas para un creyente es aprender cómo manejar la ira. Sobre todo cuando vemos gente viva, que se aprovecha del lugar o de la situación en que se encuentra, para ganar, sacar provecho o vivir con ciertas ventajas que otros no poseen o que por ética nunca aprovecharían. Entonces surge en estos, una rabia, una impaciencia, una cólera que afecta las emociones y muchas veces entristece la vida, considerando que aquellos; son personas que merecen el castigo, por la forma como vienen comportándose en la vida.
Si hubo una persona que con justa razón, tuvo sobrados motivos para vivir amargado, resentido y malhumorado siempre, ese sería David. Sufrió el abuso y la descalificación de Su padre cuando todavía era un adolescente. Más tarde sufrió la ingratitud, descalificación y ninguneo de sus hermanos mayores. También sufrió la comparación y descalificación del Rey Saúl. Y como si fuera poco sufrió la total desvalorización de Su persona frente al gigante Goliat.
Sin embargo David, descubre en Su relación diaria con Dios, que la clave no es enojarse, sino que se apresura en alcanzarnos dos consejos que nos ayudarán a vencer este sentimiento que muy pocos aprenden a controlar.
Primero, hace una exhortación: “Guarda silencio ante Jehová, y ESPERA en él. NO TE ALTERES con motivo del que prospera en Su camino, por el hombre que hace maldades.” (Salmos 37:7). Lo que nos está aconsejando es: Espera en Dios, él todavía no ha actuado, espera que él obre, porque lo hará justamente, mientras tanto no te enardezcas, no te hagas mala sangre, no te acalores, ni eches más leña al fuego.
Segundo, como si la primera exhortación hubiera sido poca, la reitera nuevamente: “Deja la ira, y deshecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo.” El salmista David, sabe por experiencia propia y ajena que el ser humano se precipita rápidamente a cobrar venganza, que la reacción que experimenta es una respuesta instintiva, innata e inconsciente; que una vez que se activó resulta difícil de controlar.
Y que es necesario llegar a ciertas convicciones que nos ayudarán tremendamente:
- Perder los estribos, nunca es una buena opción para una persona que busca agradar a Dios.
- El descontrol que acompaña el enojo, no nos permite permanecer bajo la dirección del Espíritu Santo. Y por eso, acabamos haciendo y diciendo cosas que lastiman profundamente a los demás.
- Reconocer que si el enojo es un hábito en tu vida, debemos saber que no lo lograremos sacar por esfuerzo propio. Y que necesitamos confesar que hemos cedido muchas veces a la ira. Rogando a Dios que cada día produzca en cada uno de nosotros una transformación, para vivir vidas apacibles conforme a Su voluntad.
¡Con la expectativa de verte!

Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor
Grandes verdades encontramos en nuestro manual de vida, la Biblia. Someter nuestro temperamento, pensamientos y emociones a la palabra de Dios para no pecar y expresar adecuadamente nuestro sentir.