NAVIDAD: TIEMPO DE DAR GLORIA A DIOS
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Lc. 2:13-14
En el relato de Lucas, la alabanza de los ángeles se vincula directamente con el evento extraordinario que estaban presenciando: el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador. Este acontecimiento marcó la manifestación del plan eterno de redención de Dios para la humanidad. Los ángeles proclamaron:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14).
El nacimiento de Jesús trajo paz entre Dios y los hombres, reconciliando a la humanidad con su Creador a través del sacrificio de Cristo en la cruz. La alabanza celestial resalta la iniciativa divina en la salvación, una obra que glorifica a Dios y transforma a quienes creen en Él.
A. Cuando Damos Gloria a Dios
Al dar gloria a Dios, reconocemos que todo lo que Él obra tiene un propósito supremo: Su gloria. Cada acción divina y cada palabra salida de Su boca buscan este fin principal: que Su nombre sea exaltado.
Soli Deo Gloria expresa esta verdad: todo lo que Dios orquesta, realiza y habla tiene como meta suprema Su glorificación. El evangelio, como expresión máxima de Su amor y poder, tiene el propósito de salvar a los pecadores para que se unan al coro celestial en la adoración eterna.
El apóstol Pablo lo entendió de esta manera:
“Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios” (2 Corintios 4:15).
El objetivo final es que cada vez más creyentes, transformados por Su gracia, se unan a los ángeles y a la creación entera para dar gloria al Señor.
B. Cuando No Damos Gloria a Dios
En nuestra vida cotidiana, podemos fallar en glorificar a Dios de diversas maneras, tales como:
Desobediencia: Ignorando los mandamientos y principios establecidos en Su Palabra.
Orgullo y egoísmo: Anteponiendo nuestros propios deseos y metas a la voluntad de Dios.
Falta de gratitud: Al no reconocer ni agradecer las bendiciones recibidas.
Vivir en pecado: Persistiendo en actitudes o comportamientos que deshonran a Dios sin arrepentimiento ni búsqueda de santificación.
Negar el evangelio: Cuando no compartimos las buenas nuevas, perdemos la oportunidad de glorificar a Dios delante de otros.
La gloria de Dios es el propósito supremo de toda Su obra, y nuestra vida debe reflejar este principio. Ya sea a través de nuestra adoración, obediencia, gratitud, o al compartir el evangelio, estamos llamados a unirnos al coro celestial que proclama:
“A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Romanos 11:36).
Avancemos con fe
Juan Carlos Chirinos
Pastor Asistente