SANIDAD Y SUFRIMIENTO
“Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció”
Mateo 8:2-3
La lepra era una maldición para este pobre hombre. En realidad, resultaba una enfermedad tan dolorosa y terrible. Se trataba de algo humillante y absolutamente doloroso. Así que cuando Cristo se acercó, este leproso valiente, de inmediato se arrodilló delante de Él y le dijo: “Si quieres, puedes limpiarme”. Fueron palabras llenas de una tremenda fe, pronunciadas por un hombre que no dudaba del Poder del Señor Jesús, pero probablemente tenía temor de que no lo escuchara, mucho menos lo sanara.
“El Señor extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra desapareció”. Este hombre fue sanado de la lepra y del sufrimiento que adolecía.
¡Hermano!
¿En alguna ocasión te has hecho la siguiente pregunta?: ¿Por qué no son sanados todos los creyentes fieles que están enfermos y que piden sanidad?
La razón es Dios. Cuando Dios mira nuestras peticiones de sanación, considera lo siguiente:
- Su gloria: ¿Aportará la concesión del pedido, mayor gloria a Su nombre?
- Nuestra satisfacción: ¿Es solamente sanación física o también espiritual?
- Su sabiduría: Él sabe quién necesita y qué, el momento cuando lo necesita, para quién lo necesita, dónde, cómo y el porqué de la necesidad.
- Su Misericordia: Sobre todas las cosas, Dios quiere y hace todo lo necesario para que los hombres conozcan Su misericordia.
“Dios escoge el mejor camino, tanto para el que sufre y para quienes lo rodean.”
¡Amado hermano!
El Señor Jesús tiene todo el poder para sanar tu enfermedad. Pero debes considerar, Su gloria, tu satisfacción, Su sabiduría y Su misericordia.
“El Señor puede cambiar tus circunstancias para que encuentres de Su paz en medio de tu sufrimiento.”
Destruyendo barreras
José Cabanillas
Pastor Asistente