FORTALECIENDO LAZOS FAMILIARES
Muchas veces pensamos que nuestro crecimiento espiritual se da solo cuando vamos al templo, al llevar un curso de academia bíblica, al estar en célula, etc., y no consideramos que podemos crecer juntos cuando estamos en casa, en un tiempo tan simple como cuando nos sentamos juntos a la mesa. Creo que todos tenemos recuerdos allí. Quizás para algunos solo hay malas experiencias: peleas o discusiones; y para otros, lindos tiempos de compartir, comer rico y estar juntos como familia.
Nuestra mesa en casa tiene marcas, cortes producto de golpes, rayaduras, etc. Es la misma mesa donde tomamos desayuno, donde Elisheba hace sus tareas, donde estudio para un sermón, donde almorzamos y cenamos. El Señor desea que la mesa no solo sea un lugar de comida, de conversaciones familiares o amicales; sino que sea un lugar donde Su misma presencia esté en medio de nosotros. ¿Nuestra mesa es un lugar donde la presencia de Dios está continuamente? A veces nuestras conversaciones o actividades no invitan a Jesús a estar en medio de nosotros.
Hay acontecimientos hermosos que sucedieron alrededor de una mesa: “Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce.” (Mateo 26:20). Fue ese momento sublime donde Jesús participa de la Cena con sus discípulos, pero también en esa mesa se creó un conflicto acerca de quién iba a traicionar al Maestro, los discípulos discutieron sobre quién de ellos sería el mayor, etc. Y en medio de una atmósfera difícil y tensa, Jesús cambió el enfoque del conflicto al Reino de los Cielos. Podemos cambiar cualquier conflicto con un nuevo enfoque según el corazón de Dios. Si Jesús está en la mesa, cualquier conflicto tiene solución.
Quisiera realizar un pequeño acróstico para que cada vez que te sientas a la MESA puedas recordar estos principios prácticos para desarrollar un ambiente espiritual familiar en casa, e incluso dejar ese legado a nuestros hijos:
M: MEMORIZAR LA PALABRA DE DIOS
Podemos compartir principios bíblicos mientras conversamos o cenamos. Es el momento propicio para conectar nuestros corazones. Se trata de hablar de nuestros valores cristianos. “Cuando la identidad familiar en Cristo es fuerte, la presión social siempre será débil.” En la mesa se puede tejer la Palabra de Dios en el corazón de toda la familia. Podemos tener el devocional, o simplemente orar juntos. Al estar en la mesa no solo nos sentamos para compartir alimentos, sino también para compartir la Palabra del Señor: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa …” (Deuteronomio 6:6-7). Al compartir la mesa es un buen tiempo para ministrar mutuamente el corazón.
E: ESCUCHAR DE CORAZÓN
El corazón es un libro de historias, y que mejor que en cada capítulo de nuestra vida el protagonista sea JESÚS. Podemos compartir nuestras experiencias. Todo matrimonio o familia tiene nubes grises o momentos oscuros; por ello, la Palabra debe ser atesorada para que en cada capítulo de nuestra vida pueda brillar la luz de Jesús.
En la mesa puede ser el momento propicio para contar historias de lo que Dios ha hecho en nosotros, hablamos de su bondad, su amor, su corrección, etc. No importa si estamos de vacaciones o en casa, siempre podemos compartir del Señor. ¡Hablemos de las promesas de Dios!
Incluso podemos reconciliar nuestras diferencias. No debemos ir a dormir sin antes no reconciliar nuestros corazones. Entonces es vital escucharnos el uno al otro. Pedirnos perdón, y nos perdonamos. “Por eso, amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse,” (Santiago 1:19) Quizás todo va bien y no hay nada que arreglar, entonces compartamos nuestros sueños y planes, y lo ponemos en las manos de Dios, que se haga Su voluntad.
S: SANTIFICAR NUESTRA VIDA
Al estudiar la Palabra de Dios, entiendo que lleno el tanque de mi corazón con el combustible necesario para que mi vida empiece a andar como a Dios le agrada. Nosotros como padres somos portadores de la imagen de Dios para nuestros hijos. La Palabra de Dios dice: “Sed santos como Yo soy Santo” (1 Pedro 1:15-16). No se trata solo de leer la Palabra y compartir nuestro testimonio; sino, vivir la Palabra y llevar fruto. Entonces nos aconsejamos cómo podemos parecernos más a Jesús.
Debemos ser honestos para ayudarnos mutuamente. Pedimos por cada uno de los miembros de la familia que la misericordia de Dios nos alcance y trabajamos en sellar cualquier grieta en la santidad de nuestra vida. Una familia que se cuida para santificar sus vidas sin duda glorifica el nombre de Dios.
A: ANIMAR EL ESPÍRITU
Celebramos los logros, las metas y compartimos nuestras victorias. Cada integrante de la familia es único, entonces, valoramos nuestras diferencias. A veces señalamos más nuestros defectos que valoramos nuestras virtudes. No podemos esconder nuestras debilidades; pero somos llamados a levantar al caído y restaurar al que lo necesita. Debemos afirmarnos en la Palabra y en el carácter cristiano los unos a los otros. Es un mandato bíblico hacerlo: “Por tanto, alentaos los unos a los otros, y edificaos el uno al otro, …” (1 Tesalonicenses 5:11)
¿Usamos nuestras palabras para construir o destruir el corazón de los nuestros? Las mejores palabras de ánimo no son las del pastor, del entrenador o del profesor; sino, de los nuestros en el hogar. ¡Animar es avivar el fuego en el corazón!
Entonces, cada vez que veas tu MESA recuerda:
M: Memorizar la Palabra de Dios
E: Escuchar de Corazón
S: Santificar nuestra Vida
A: Animar el Espíritu
¡Estudiemos la Palabra! ¡Vivamos la Palabra! ¡Enseñemos la Palabra!
Daniel Alcántara
Pastor Titular