VIVIENDO EN EL MUNDO, PERO NO DEL MUNDO
“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Juan 17:15-17
Este pasaje es parte de la oración intercesora de Jesús por sus discípulos, y a través de ella nos enseña algunas verdades profundas sobre nuestra identidad y misión como creyentes.
Jesús comienza diciendo: «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.» Esto es significativo porque, como creyentes, muchas veces deseamos escapar de las dificultades, de la tentación y de las pruebas de la vida. Sin embargo, Jesús no nos llamó a huir del mundo, sino a ser su luz en medio de él.
Estamos llamados a ser agentes de cambio, a ser embajadores del reino de Dios en una sociedad que necesita esperanza, verdad y amor. Jesús sabía que viviríamos en un entorno hostil, pero su oración fue que fuéramos guardados del mal. Nuestra misión es influenciar al mundo y no ser influenciados por él.
Jesús dice claramente: «No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.» Estas palabras nos hablan de nuestra verdadera identidad como hijos de Dios, nuestra identidad está en Cristo. No pertenecemos a este mundo ni a sus sistemas, valores o filosofías. Nuestras prioridades y nuestra manera de vivir deberían reflejar el carácter de Cristo. Esto significa que debemos vivir con una perspectiva diferente, una perspectiva celestial.
Esta declaración es un recordatorio de que no debemos conformarnos a este mundo. No debemos adoptar sus estándares ni sus caminos. Aunque estamos en el mundo, no debemos ser moldeados por él. Nuestra manera de vivir debe estar alineada con la Palabra de Dios.
Finalmente, Jesús ora diciendo: «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.» Aquí encontramos el secreto para una vida apartada para Dios: la santificación a través de la verdad. La verdad es la Palabra de Dios, no hay otro medio por el cual podamos ser transformados y apartados para Dios que no sea por Su Palabra. Cuando meditamos en la Escritura y la aplicamos a nuestra vida, comenzamos a ver el mundo y nuestras circunstancias desde la perspectiva de Dios.
La santificación posicional nos coloca en una nueva identidad como apartados para Dios desde el momento de nuestra conversión. Luego, la santificación progresiva es el proceso continuo por el cual, a través de la Palabra de Dios, somos transformados para que seamos más como Cristo. Necesitamos permanecer en la Palabra, dejar que ella nos purifique, nos guíe y nos fortalezca cada día. Jesús ora para que este proceso de crecimiento espiritual ocurra en la vida de sus seguidores mediante la verdad.
Busquemos ser santificados cada día por la Palabra de Dios. Que ella sea la lámpara que guía nuestros pasos, el alimento que fortalezca nuestra fe y la verdad que transforme nuestras vidas.
Que nuestra oración diaria sea: «Señor, santifícanos en tu verdad; tu palabra es verdad.»
¡Creciendo en la Palabra y viviendo juntos en santidad!
Luiggi Naveda
Pastor Asistente