UNA CARTA PARA REFLEXIONAR
Querido hermano y amigo:
A lo largo de mi vida he notado que es muy fácil dar gracias a Dios cuando las cosas suceden conforme a nuestros planes, pero hoy deseo animarle a agradecer también cuando el conflicto toca a la puerta, porque esos tiempos nos ayudan a crecer en intimidad con Dios, ya que nos hacen más dependientes del Señor. Lo que hoy vivimos en nuestras calles y hogares es un claro ejemplo que el mundo es perverso y malo; pero, en medio de todo ello puedo ver también que Dios es siempre bueno, a veces dibujando una sonrisa en nuestros labios y en otros momentos secando nuestras lágrimas con amor. La Palabra de Dios nos muestra ello: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33). Que hermoso nuestro Jesús, que nos trae paz aún cuando hay aflicción alrededor.
En medio de cualquier situación, aún las que causen aflicción, podemos confiar en el poder de Dios y Su paz que sobrepasa todo entendimiento. Amados, Dios tiene el control remoto de la historia, y esa es una razón suficiente para darle la gloria y para pedirle misericordia por nuestro hogar y nuestra ciudad. Es tiempo de unirnos como una sola IGLESIA, salir de las cuatro paredes y clamar al Señor aún en las calles. Para que nuestra ciudad sea transformada, la Iglesia necesita estar de rodillas pidiendo al Señor Jesús que brille con su luz y poder. No sólo es responsabilidad de nuestras autoridades salvaguardar a los ciudadanos, es labor de la iglesia ser luz y sal en cada lugar donde se mueva un discípulo de Jesús.
Ningún cristiano por sí solo tiene más impacto que la Iglesia si está unida, ¡Somos la Iglesia de Cristo! ¿Debemos orar por nuestras autoridades? ¡Sí! ¿Debemos orar por la policía nacional? ¡Sí!, pero es vital ser la Iglesia desde el hogar hasta las calles, donde vivamos en integridad, enseñemos que la verdad, el perdón y el amor son principios no negociables; y que sin santidad nadie verá al Señor. Amados, la violencia no inicia en las calles, se origina en los hogares, la injusticia o la inmoralidad no inicia en las oficinas; sino, en casa, entonces vivamos al modelo de Jesús.
Tenemos el privilegio de ser instrumentos de Dios, nunca olvidemos que Él desea usarnos para que nuestra familia, la Iglesia y la ciudad sean restauradas. La paz no se obtiene porque hay más seguridad en las calles; sino, cuando Jesús viva en cada corazón, y cada latido sea para la gloria de Dios. Construyamos la paz de nuestra nación con oración y acción. Nuestra ciudad está llena de temor, entonces, podemos recordar las palabras de A. W. Tozer: “Un mundo asustado necesita una iglesia sin miedo.” Es cierto, las calles están manchadas de sangre, entonces, clamemos que la sangre de Cristo limpie el corazón de cada persona que accede en actitud humilde.
Podemos acercarnos delante del Señor porque Su promesa es que Él siempre nos escucha cuando venimos en arrepentimiento: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré;” (Jeremías 29:12).
Toda nación que pone primero a Dios, avanza y crece para la gloria de Dios. Todo hogar o ciudad que se edifica sobre los principios bíblicos trae luz de esperanza, porque cuando Dios es primero, todo lo demás está en el lugar correcto.
Hermano, amigo, doblemos nuestras rodillas y clamemos que la bondad de Dios llene nuestros corazones primero para que luego se respire todo ello en nuestras calles. ¡Ánimo sin detenernos!
¡Estudiemos la Palabra! ¡Vivamos la Palabra! ¡Enseñemos la Palabra!
Daniel Alcántara
Pastor Titular