LO SERIO DE LAS OFENSAS
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, entonces ven y presenta tu ofrenda.”
Mateo 5: 23-24
Como creyentes nos toca tener una relación correcta con Dios y con los demás. Las relaciones rotas o afectadas se constituyen en un tropiezo, más serio del que pensamos para tener una correcta comunión con Dios, de lo contrario seríamos unos hipócritas al pensar que todo anda bien; pero estaríamos yendo en contra de lo que la Palabra nos enseña: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (1 Juan 4:20) Qué importancia Dios le da, a las buenas relaciones o en todo caso al perdón; para mantener una comunión con el prójimo y por ende con Él.
Por eso Dios, entendiendo la fragilidad de nuestras emociones y afectos, nos enseña el proceso que debemos de tener para poder arreglar problemas y establecer comunión con el prójimo.
1. LOS RECUERDOS SON INEVITABLES. Seguro que habremos escuchado cuando compartimos lo desagradable que ha sido tener una discusión, o ser ofendidos, o afectados por palabras o acciones de cónyuges, hijos, padres, familiares y amigos, al punto que se generan heridas en el alma, que solo la vanidad, el orgullo, la desvergüenza o la liviandad de la cultura logran atenuar un poco; pero que no lo borran. Entonces surge la recomendación: “olvídate”. Pero, como vamos a olvidar, si hemos sido hechos para recordar y perdonar. De allí que el consejo del Señor es: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar…” (Mateo 5: 23-24a)
2. LA OBEDIENCIA ES MEJOR QUE CUALQUIER SACRIFICIO. En una cultura como la que vivimos, estamos acostumbrados a regalar o gratificar a la gente por un favor o gentileza recibida. Pero eso, no funciona con Dios. Jamás lograremos complacer a Dios por el camino de los halagos, las gratificaciones, regalos o sacrificios que pudiéramos ofrecerle. Asimila este concepto de Dios: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.” (1 Samuel 15:22). Si queremos tener paz con Dios y con nuestro prójimo, hay que obedecer la palabra: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano…” (Mateo 5: 23-24ab)
3. ADORAR CON UN ESPÍRITU EN PAZ. La adoración a Dios y parte de ello es presentar nuestras ofrendas no tendrá ningún sentido si primero no arreglamos las relaciones rotas. Aunque la culpa de esa fractura no seamos nosotros, sino mas bien de nuestro prójimo; estamos en la obligación de ir, buscarlos y solicitarles el perdón. Claro que nuestra mente buscará uno y mil pretextos para no hacerlos, empezando por la lógica, que aquel que tiene que pedir perdón es la otra persona y no nosotros. Pero, aquí es donde mostramos de qué espíritu somos. Del mundo insensible y vengativo o de un espíritu afable como el de nuestro maestro y Señor Jesucristo. Entonces, si obedeciendo el requerimiento de la Palabra, podemos: “… entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mateo 5: 24b). El que hace esto podrá adorar con libertad, en paz y mostrará que somos ciudadanos del Reino de los cielos. ¡Medítalo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor