LA CERCANÍA A DIOS
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”
Hebreos 4:16
Contrariamente a cómo era la relación de los reyes y dignatarios de la antigüedad con su gente, con la cual era sencillamente imposible su acercamiento, en la gran mayoría de los casos. Con nuestro Dios y Señor, no es así. Él mismo, a través de Su Espíritu Santo, nos hace la invitación de acercarnos a él. Esto es, por supuesto, para todos aquellos que son creyentes y que previamente han reconocido a Jesucristo como Su Señor y Salvador personal, le han pedido perdón de sus pecados y han sido aceptados como hijos. Para todos estos, hay una enorme ventaja, la cual nos permite no bregar solos en la vida. Sino, tener Su compañía y sostenimiento de cada día y a cada instante.
Lo que tenemos que aprender es como es la mecánica de acercarnos al Señor:
1. ACERCARNOS CON TODA CONFIANZA. Dios sabe que el pecado y la desobediencia genera divisiones entre Dios y nosotros, como lo dice el profeta Isaías: “pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios,” (Isaías 59:2a). Sin embargo, no habrá un mejor lugar para el pecador que la misma presencia de Dios. Es allí donde el alma halla perdón, descanso y sosiego de un mundo agitado y enemistado con Dios y que cada vez se aleja más y más de Dios. La confianza que nos anima a acercarnos está basada en lo que el mismo Señor ha dicho y prometido: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” (Juan 6:37). La invitación del Señor cuadra perfectamente: El Padre hace la invitación, el Espíritu Santo transmite la invitación y el Hijo de Dios lo recibe. Así que no perdamos esta oportunidad que el Dios Santo y Justo al cual adoramos, nos extiende.
2. ACERCARNOS AL TRONO DE LA GRACIA. En esto, tenemos que estar tan agradecidos al Señor, que él mismo ha establecido Su trono de gracia. Eso, ¿qué significa? Que hoy tenemos la linda oportunidad de acercarnos al lugar donde está el Señor Jesucristo. Y eso, se lo debemos a él mismo, ya que con Su muerte en la cruz, rasgó el velo del templo que separaba el lugar santo e impedía entrar al lugar santísimo; es decir, a la misma presencia de Dios. Jesucristo mostró un nuevo y vivo camino a la presencia del Padre a través de Su sangre preciosa. Y esto es posible gracias al trono de gracia, no de juicio. Un trono con el Rey de reyes y Señor de señores. Un trono que destila gracia, y que resume misericordia, generosidad de Dios hacia los hombres. Esa gracia entendida como un favor no merecido, de la cual Pablo hablaba: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.” (Efesios 2:8)
3. ACERCARNOS AL TRONO DONDE SE HALLA MISERICORDIA Y GRACIA OPORTUNAS. Nada más satisfactorio para el pecador anhelante de recursos que, lo saquen a la superficie, desde donde está hundido por causa del pecado y la desobediencia. Y hallarse con un trono rico en misericordia, que no es otra cosa que el aspecto compasivo del amor de Dios hacia el ser que está en desgracia o que su condición espiritual no merece ningún favor. De allí que tanto la gracia como la misericordia de Dios son oportunas para el socorro que el hombre necesita. Por eso Pablo dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),” (Efesios 2:4-5). ¡Aprovecha esta oportunidad!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor