UNA VIDA EN SANTIDAD
“Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: Sean santos, porque yo soy santo”.
(1 Pedro 1:15-16)
Este es uno de mis pasajes bíblicos favoritos, ya que el apóstol Pedro nos llama a vivir una vida en santidad. La santidad no es solo para ciertos momentos o actividades, sino que debe impregnar cada aspecto de nuestra existencia.
La santidad es un llamado para todo aquel que profesa ser un seguidor de Cristo y por ende es que vemos reflejado este llamado a lo largo de las Escrituras y sin duda alguna es así como Dios quiere que sus seguidores vivamos.
Veamos lo que dice el apóstol Pablo en su carta a 1 Tesalonicenses 4:7 dice: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”. Y unos versos más arriba, el versículo 3 del capítulo ya citado dice algo similar: “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”.
¿Qué significa ser santo?
Ser santo significa ser apartado para Dios, dedicado a su servicio y vivir de acuerdo con sus estándares de justicia y amor. Es reflejar la naturaleza de Dios en nuestra conducta, pensamientos y palabras. Nosotros crecemos en santidad cuanto más en nuestras vidas honramos y reconocemos la supremacía de Dios, acercándonos con una actitud de total rendición para encontrar plena satisfacción en Él.
Entonces, Vivir en santidad implica alejarnos del pecado y buscar la pureza y la integridad en todo lo que hacemos. Significa que debemos tomar decisiones que honren a Dios, incluso cuando nadie más nos está mirando. Es un compromiso diario de reflejar la imagen de Cristo en nuestras vidas.
Mi hermano y hermana vivir en santidad no es algo que podemos lograr por nuestra propia fuerza, sino que es el resultado del trabajo del Espíritu Santo en nosotros. Es un proceso continuo de crecimiento y transformación que ocurre a medida que permitimos que Dios moldee nuestros corazones y nuestras mentes.
¿Cómo podemos vivir en santidad en nuestra vida diaria?
Así como un niño se alimenta y crece, así también el creyente se alimenta y madura. Es por eso que cada día debemos:
- Leer y meditar en la Palabra (Sal 19:7-11; Jn 17:17; Hch 20:32). Orar (Lc 11:13; Mt 6:8).
- Ayudar a los pobres y a las viudas (Pr 19:17; Stg 1:27).
- Cantar alabanzas (Ef 5:18b-19; Stg 5:13; Col 3:16).
- Predicar el evangelio (Ro 10:14-15; 2 Ti 4:1-8).
- Soportar las aflicciones (2 Co 4:17-18; Sal 119:71; He 12:10).
- Congregarnos (Ef 4:11-16; He 10:24-25; Sal 133:1).
- Participar de la Santa Cena (Lc 22:17-18; 1 Co 11:25; 10:16).
- Ayunar (Est 4:16; Jl 2:12; Mt 9:16; 17:21).
¡Creciendo juntos!
José Miguel Olave
Pastor de Adoración y Artes