LA BÚSQUEDA DE DIOS
“Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí.” (Isaías 65:1)
Pareciera algo paradójico el texto, al afirmar que, buscan a Dios los que prácticamente no tienen interés en él; y lo hallan los que no le buscaban. La verdad es que esto, sería humanamente imposible, a menos que no sea el mismo Dios grande y misericordioso, quien puso en el corazón del hombre ese anhelo de buscarlo. Aunque el hombre lo ha hecho a través de toda la historia por diversos caminos equivocados.
Quién nos ayuda a entender esta paradoja es precisamente el mismo Dios, que a través del profeta Oseas, nos dice: “Y conoceremos y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.” (Oseas 6:3). Aquí está la respuesta, al prometernos Dios que, todo esfuerzo en la búsqueda de él, tendrá una recompensa justa. Aquí en este verso se conjugan el anhelo del hombre y el anhelo de Dios:
1. EL ANHELO DEL HOMBRE. Este se muestra en las primeras palabras de Oseas cuando dice: “Y conoceremos y proseguiremos en conocer a Jehová;” (Oseas 6:3a). Lo que quiere decir que hay un conocimiento primario, incipiente de Dios; que no debe de quedar así, si no que Dios anima a proseguir en la búsqueda, lo cual requiere: diligencia, fuerza de voluntad, esmero, dedicación. Esto por supuesto que nada tiene que ver con una búsqueda intermitente, pasajera, con unos minutos de premura al día o con asistir al templo de vez en cuando. En este caso todo intento del hombre será intrascendente. Despojado de toda pasión de aquellos que profundamente desean conectarse con Dios.
2. EL ANHELO DE DIOS. Aunque Parezca extraño decirlo, pero Dios anhela profundamente tener mayor cercanía con nosotros, tener mayor participación en nuestra vida diaria, abrir su corazón y compartir sus secretos con nosotros. Su palabra nos acerca y Su Espíritu hace denodados esfuerzos por allegarnos a ÉL. Pero nuestra incapacidad moral y nuestra marcada independencia apagan las iniciativas amorosas de ÉL. A pesar de que está cantada Su Santa Presencia con nosotros: como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.” (Oseas 6:3b). No seamos necios de no entender los requerimientos de amor de nuestro Dios: Acerquémonos a Dios y aunque sea solo para compartir nuestra frialdad, nuestra indiferencia. Y ÉL sin duda que nos llevará al desierto y allí le prestaremos atención y nos hablará y nos atraerá a Su presencia. ¡examínalo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor