EL CONSUELO DEL AFLIGIDO
“Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.”
Salmos 34:4
Hay muchas situaciones y circunstancias en la vida que te quitan la paz, que siembran tus días y tus horas de angustia, de dolor, de insatisfacción, de preocupación, de miedo. Este mundo, se ha convertido en la antesala del infierno. Donde sólo se escucha de abusos, injusticias, violencia sin referente alguno, engaños contantes. Y todo ello, ante la mirada complaciente y la conciencia inerme y desinteresada de gobiernos y entidades tutelares de la justicia, de la salud y del buen vivir.
Pero esto, no es extraño para los creyentes de todos los tiempos y de todas las épocas, a cada creyente le ha tocado vivir y pasar algunas de las circunstancias ya mencionadas arriba. Uno de ellos fue precisamente el rey David, quien tuvo que huir de delante del rey Saúl, un hombre enfermo de celos, paranoico y abusivo. Un homicida tristemente famoso y un desobediente, contumaz y rebelde como pocos en la historia.
David vivió y pasó por largos tramos de angustia, donde no menos de 400 hombres se solidarizaron con él y lo nombraron “su jefe”: “Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.” (1 Samuel 22:2). Producto de esta experiencia escribe el Salmo 34, donde aprendió varias lecciones, que pueden servir de modelo para cada uno de nosotros.
1. BENDECIR AL SEÑOR EN TODO TIEMPO. Esto nos habla sin lugar a dudas de ser agradecidos y reconocer al Señor, no solo cuando nos va bien; sino aún, cuando pasamos por tiempos de tristeza, angustia o dolor. David dijo: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo;” (Salmos 34:1a). Hay que destacar la frase: ”en todo tiempo;” (Salmos 34:1a), vale la pena decir: en tiempos de prosperidad como en los de escasez.
2. BUSCAR A DIOS. David, dijo: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.” (Salmos 34:4). Sin duda que Dios anhela oírnos, escucharnos como el Padre que presta atención al hijo pequeño, indefenso y temeroso, que transmite sus miedos para hallar afirmación, consuelo y valor. Pero la condición es que hables primero con Dios.
3. LA SEGURIDAD DE SER ESCUCHADO. Nada mejor para el que clama, saber que ha sido escuchado. Por eso David dice: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias.” (Salmos 34:6). Su oración fue un grito de desesperación, de angustia, de insatisfacción; pero apenas lo oyó el Señor, lo libró de todo ello.
4. LA SEGURIDAD DE SER PROTEGIDO. David llegó a la convicción de que: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.” (Salmos 34:7). Si hay algo del cual debemos estar seguros es que como creyentes hemos aprendido a temerle al Señor, y que nuestra oración será contestada por la gracia de nuestro Padre, por la diligencia de Su ángel que vigila nuestros pasos. ¡Allí está nuestro consuelo!
¡Con la expectativa de verte!
Vicente Alcántara Ulloa
Pastor Supervisor
Muchas gracias,o aplicaré en mi vida y la de mi familia en oración.