LA ENVIDIA
(Salmo 37:1-7)
En toda familia hay algo de envidia, en el trabajo, en la escuela, entre amigos, entre desconocidos. Vivimos en un mundo competitivo, y todos somos afectados por este pecado.
Las Sagradas Escrituras señalan que seguir haciendo las cosas de acuerdo a nuestra naturaleza es pecado. Y la envidia es parte de esa naturaleza:
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
(Gá. 5:19-21)
A menudo nos cuidamos de cometer otros pecados y no le damos importancia a la envidia.
John Pipper dice lo siguiente en relación a la envidia:
“La envidia usualmente surge cuando no tiene lo que el corazón desea”.
Describiremos algunas situaciones que nos puede producir envidia:
– Cuando algunas personas cometen iniquidad (Sal. 37:1).
– Cuando una persona está triunfando: reputación y éxito (1 S. 18:6-9).
– Cuando alguna persona goza de buena salud y tú estás combatiendo con una enfermedad (Gn. 30:1).
Tenemos que tener mucho cuidado de no compararnos con otros, porque esa actitud nos lleva a envidiarlos.
¡Amados hermanos!
La envidia nos produce conflictos; nos lleva a cometer otros pecados (matar, crear guerras); destruye nuestra felicidad.
¿Cómo podemos luchar para vencer la “envidia” en nuestra vida?
El Salmo 37:1-7, nos da la solución:
(v.3) No pensemos que nosotros merecemos obtener lo que la otra persona ha obtenido, sino que confiemos en Dios y que nos otorgue conforme a sus propósitos, porque eso es lo mejor para nuestras vidas.
(v.4) No caer en el resentimiento y pensar que nosotros merecemos más de lo que tenemos, lo que hay que hacer es deleitarse en Dios y Él nos concederá las peticiones de nuestro corazón conforme a Su voluntad.
(V.5) Dejar nuestras cargas, ansiedades, preocupaciones y envidias en la mano de Dios. Aprendamos a confiar en Dios y la forma de demostrarlo es dejando nuestras vidas en sus manos.
¡Amado hermano!
Concluimos que la única solución para la envidia es tener a Jesucristo de nuestra parte ya que teniendo a Él, tenemos todo lo que necesitamos y por lo tanto, no tenemos la necesidad de envidiar a nadie porque todo lo que necesitamos ya lo tenemos.
Luchemos poniendo nuestra mirada en Cristo, en su poder y que su ejemplo nos fortalezca.
Destruyendo barreras
José Cabanillas
Pastor Asistente